Yo soy el que abre el camino, e iré delante de ti; pasarás por las puertas que intentan retenerte, y saldrás. Serás una vid fructífera, plantada junto a un arroyo, y tus ramas crecerán hasta pasar por encima de cualquier muro que intente retenerte. Mis ojos estarán abiertos a tus súplicas, y te escucharé siempre que clames a mí. Alégrate, porque no desecharé a mi pueblo, ni me olvidaré de mi herencia. Si temes que tu pie resbale, mi misericordia te mantendrá erguido. Cuando estés lleno de ansiedad, mi consuelo deleitará tu alma. Seré tu defensa y la roca de tu refugio. Te he sellado con mi Espíritu Santo de la promesa, que es la garantía de tu herencia.
Salmos 2:7-8; 94:18-19; Efesios 1:13-14
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