Hosni Mubarak es desde ayer el primer sátrapa expulsado por las revueltas populares árabes que está detenido y, junto a él, sus hijos Alaa y Gamal. La Fiscalía egipcia arrestó ayer al ex presidente por un periodo de 15 días para continuar las investigaciones por corrupción y abuso de poder que se siguen en su contra, en lo que se ha interpretado como un gesto para intentar apaciguar al pueblo, que en los últimos días ha vuelto a salir a la calle para reclamar al Gobierno militar las reformas que no llegan.
El Ministerio Público dio a conocer la noticia utilizando el mismo lenguaje empleado por los jóvenes que en enero derribaron al antiguo régimen en la Plaza de Tahrir: el de la red social Facebook. La respuesta fue inmediata y toda la oposición, desde la «Fuerza Nacional de la Revolución», que incluye a los Hermanos Musulmanes, hasta los partidos minoritarios o la «Coalición de Jóvenes de la Revolución», desconvocaron las nuevas manifestaciones que habían sido programadas para el viernes.
En un comunicado, las distintas fuerzas políticas expresaron su renovada confianza en el Ejército que está al mando del país desde la caída del viejo régimen subrayando el «respeto» hacia el «papel histórico» que tiene por delante la Junta Militar en su promesa de «garantizar y proteger las exigencias de la revolución». Wael Ghoneim, el más conocido activista del levantamiento egipcio, reflejaba en twitter la satisfacción con el mensaje: «La Justicia está otra vez en acción», tuiteó.
Puesta en escena
El detonante de la detención de los Mubarak prendía el pasado viernes, cuando miles de egipcios volvían a concentrarse en El Cairo para reclamar que el antiguo raís fuera sentado de inmediato en el banquillo. La represión de los soldados —primera desde que el 25 de enero estallara la revuelta—, se cobró la vida de dos civiles, provocó una quincena de heridos y disparó la hostilidad social contra las autoridades militares, acusadas de practicar arrestos arbitrarios, de torturar a prisioneros y de un persistente inmovilismo que frena los avances democráticos.
El riesgo de un nuevo levantamiento creció el domingo con las primeras declaraciones públicas de Mubarak desde que abandonó el poder, en las que negaba tener cuentas bancarias fuera del país y criticaba a quienes pretendían manchar su «historial militar y político». Justo después de la difusión de esas palabras, la Fiscalía dio un primer paso ordenando el interrogatorio del presidente y sus dos hijos por corrupción y por su presunta responsabilidad en los ataques que terminaron con la muerte de 800 egipcios en las manifestaciones de enero.
En medio del interrogatorio celebrado en Al Tor, capital del sur del Sinaí, el viejo presidente, de 82 años, sufrió el miércoles una crisis cardiaca por la que tuvo que ser internado en el hospital internacional de Sharm El Sheij, que ha sido su retiro dorado desde el derrocamiento del 11 de febrero. En ese centro médico permaneció ayer tras serle comunicado el arresto. Según una fuente facultativa, el estado de Hosni Mubarak es «inestable y está bajo observación».
Bajo la ventana de su habitación de la tercera planta, dos millares de personas se reunieron reclamando también la detención de Alaa y Gamal, petición a la que salió al paso el general Mohammed el Khatib que se dirigió a la multitud con un elocuente mensaje: «Hermanos, cualquier cosa que queráis, la tenéis… en quince días», señaló, en referencia al periodo que los dos hermanos estarán entre rejas.
El destino al que ambos fueron trasladados en avión privado es la cárcel de Torah, a las afueras de El Cairo, la misma donde fueron recluidos la mayoría de los presos políticos del régimen de su padre. Hoy, la penitenciaría está ocupada, entre otros, por el ex primer ministro Ahmed Nazif, los que fueron titulares de Interior, Habib el Adli, y Turismo, Mohamed Zuhair Garana y los hasta hace poco todopoderosos altos cargos del partido de Hosni Mubarak, entre ellos el presidente del Parlamento.
El Ministerio Público dio a conocer la noticia utilizando el mismo lenguaje empleado por los jóvenes que en enero derribaron al antiguo régimen en la Plaza de Tahrir: el de la red social Facebook. La respuesta fue inmediata y toda la oposición, desde la «Fuerza Nacional de la Revolución», que incluye a los Hermanos Musulmanes, hasta los partidos minoritarios o la «Coalición de Jóvenes de la Revolución», desconvocaron las nuevas manifestaciones que habían sido programadas para el viernes.
En un comunicado, las distintas fuerzas políticas expresaron su renovada confianza en el Ejército que está al mando del país desde la caída del viejo régimen subrayando el «respeto» hacia el «papel histórico» que tiene por delante la Junta Militar en su promesa de «garantizar y proteger las exigencias de la revolución». Wael Ghoneim, el más conocido activista del levantamiento egipcio, reflejaba en twitter la satisfacción con el mensaje: «La Justicia está otra vez en acción», tuiteó.
Puesta en escena
El detonante de la detención de los Mubarak prendía el pasado viernes, cuando miles de egipcios volvían a concentrarse en El Cairo para reclamar que el antiguo raís fuera sentado de inmediato en el banquillo. La represión de los soldados —primera desde que el 25 de enero estallara la revuelta—, se cobró la vida de dos civiles, provocó una quincena de heridos y disparó la hostilidad social contra las autoridades militares, acusadas de practicar arrestos arbitrarios, de torturar a prisioneros y de un persistente inmovilismo que frena los avances democráticos.
El riesgo de un nuevo levantamiento creció el domingo con las primeras declaraciones públicas de Mubarak desde que abandonó el poder, en las que negaba tener cuentas bancarias fuera del país y criticaba a quienes pretendían manchar su «historial militar y político». Justo después de la difusión de esas palabras, la Fiscalía dio un primer paso ordenando el interrogatorio del presidente y sus dos hijos por corrupción y por su presunta responsabilidad en los ataques que terminaron con la muerte de 800 egipcios en las manifestaciones de enero.
En medio del interrogatorio celebrado en Al Tor, capital del sur del Sinaí, el viejo presidente, de 82 años, sufrió el miércoles una crisis cardiaca por la que tuvo que ser internado en el hospital internacional de Sharm El Sheij, que ha sido su retiro dorado desde el derrocamiento del 11 de febrero. En ese centro médico permaneció ayer tras serle comunicado el arresto. Según una fuente facultativa, el estado de Hosni Mubarak es «inestable y está bajo observación».
Bajo la ventana de su habitación de la tercera planta, dos millares de personas se reunieron reclamando también la detención de Alaa y Gamal, petición a la que salió al paso el general Mohammed el Khatib que se dirigió a la multitud con un elocuente mensaje: «Hermanos, cualquier cosa que queráis, la tenéis… en quince días», señaló, en referencia al periodo que los dos hermanos estarán entre rejas.
El destino al que ambos fueron trasladados en avión privado es la cárcel de Torah, a las afueras de El Cairo, la misma donde fueron recluidos la mayoría de los presos políticos del régimen de su padre. Hoy, la penitenciaría está ocupada, entre otros, por el ex primer ministro Ahmed Nazif, los que fueron titulares de Interior, Habib el Adli, y Turismo, Mohamed Zuhair Garana y los hasta hace poco todopoderosos altos cargos del partido de Hosni Mubarak, entre ellos el presidente del Parlamento.
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